jueves, 22 de octubre de 2009

Lectura 04-b

Sistemas, redes y funciones
Ante una estructura el geógrafo se pregunta cuáles son los sistemas que organizan y rigen su evolución. Las relaciones entre diferentes estructuras se establecen en sistemas, que permiten la transferencia de materia y energía, los intercambios y las transformaciones. Los sistemas funcionan gracias a determinados agentes que desencadenan los procesos. En Geografía encontramos múltiples sistemas: ecológicos, erosivos, climáticos, de cultivos, agrarios, urbanos, de transporte, etc. El análisis de sistemas permite observar las correspondencias de causalidad y las interrelaciones, ver la eficacia de ciertos agentes y procesos, y aquilatar las inercias y las limitaciones.
La dinámica de los fenómenos se ejerce en el espacio gracias a los intercambios, a las transformaciones y a las transferencias, que se expresan en forma de flujos de materias, de energía, de poblaciones y de bienes. Estos flujos forman circuitos y redes. Se utiliza el término circuito para los flujos de intercambio naturales, mientras que el vocablo redes se reserva para los sistemas creados por la sociedad. Encontramos circuitos en la atmósfera, en los mares, en la biosfera y en la Tierra como planeta; la cadena trófica, el ciclo del agua o el ciclo del sol. Aunque se habla de red hidrográfica esta es un circuito: se denomina así por sus características topológicas.
Las redes son sistemas lineales y continuos que permiten la circulación de las materias, la energía, las poblaciones y los bienes, entre diferentes puntos del espacio humanizado. Las redes están jerarquizadas en distintas escalas y se cruzan en nodos. Cuanto más densidad de población, desarrollo económico o nivel tecnológico tenga una sociedad, más densas y variadas serán sus redes. Las redes son las que garantizan el dominio y la ordenación de un territorio. La creación de una red es fruto del esfuerzo colectivo a lo largo del tiempo. Requiere una inversión en mano de obra y capital, una previsión, una voluntad social y un sistema jurídico que lo ampare. Son redes: las vías férreas, las carreteras, las líneas aéreas, las de alta tensión, las telefónicas, los canales de regadíos, los oleoductos, bancos, etc. En una red es necesario estudiar las condiciones de acceso y acometida (instalaciones fijas que proporcionan suministro a la red), los nodos, las direcciones del flujo, el caudal, la velocidad, etc. Y las consecuencias que tiene la red en el medio. Podremos encontrar espacios naturales donde apenas existen redes y lugares donde las redes se superponen, como ocurre en las ciudades. La densidad y el tráfico de las redes revelan el nivel de vida y la cultura de la sociedad que la utiliza.
Las funciones nacen de las relaciones causales y las interacciones que se establecen en un sistema. Permiten calibrar su eficacia y su productividad. A veces se distinguen tres tipos de funciones: de producción, de transformación y de intercambio. Existen funciones contingentes, naturales, y funciones antrópicas, que se pueden modificar a voluntad de la sociedad.
La diferenciación espacial
Uno de los mayores problemas en Geografía es definir los límites de un fenómeno. Cada estructura tiene unos límites más o menos precisos y fáciles de localizar. En realidad lo difícil es concretar todos los elementos que intervienen en una estructura. Determinar los límites implica delimitar la estructura, y viceversa. Por ejemplo, situados ante el problema del bosque mediterráneo debemos: determinar qué es un bosque mediterráneo, qué especies lo conforman y cuáles son sus límites. Pero para ello debemos localizar un bosque mediterráneo y determinar sus límites, para saber las especies que lo definen.
Los límites son, necesariamente, cambiantes en el tiempo, al igual que las estructuras. Un límite no es una línea divisoria sino una franja de contacto entre dos ámbitos geográficos diferenciados. La línea de contacto se llama frontera, aunque este término se suele reservar para las líneas de división política.
Existen límites claramente perceptibles, como el contacto entre el agua y la tierra, o las diferentes cuencas hidrográficas, pero hay otros que no están tan claros, como los límites climáticos, o los de las especies biocenóticas. Los límites antrópicos son innumerables. Unos son claramente perceptibles, como los políticos, otros son muy difíciles de determinar, como la zona de influencia de una empresa, y requieren una investigación.
Dentro de cada límite es necesario determinar la densidad, es decir, la carga de una población por unidad de superficie, y la intensidad, o el grado de actividad de un fenómeno por unidad de tiempo y superficie. Ambos conceptos determinan el grado de dinamismo del sistema, pero sólo tienen valor si se les compara con otros sistemas similares. Son conceptos relativos. Nos encontramos con el problema de qué es geográficamente representativo. Para determinar la densidad y la intensidad es necesario utilizar diferentes técnicas de inventariado que dependen del objeto de estudio, plantas, animales, lluvia, carreteras, personas, etc.
Otro de los problemas centrales del análisis geográfico es determinar el umbral. Los procesos son activos sólo entre determinados umbrales, máximos y mínimos, más allá de los cuales el fenómeno se extingue y comienzan procesos de otra naturaleza. Las zonas más frágiles, y donde los fenómenos se encuentra cerca de sus umbrales son, precisamente, los límites. Pero también existen umbrales internos: como el de saturación, que hace que el sistema se colapse, el de productividad, o el de viabilidad, y que pueden llevarlo a la extinción. Cada fenómeno tiene un umbral mínimo y otro máximo, y cada uno de ellos una serie de variables, dependiendo de su naturaleza. Uno de los problemas de la determinación de los umbrales es que no son lineales, sino que tienen un punto crítico de ruptura y a menudo se presenta de forma catastrófica. En los fenómenos antrópicos, la distancia entre el umbral máximo y mínimo puede variar, dependiendo de decisiones sociales.
El tiempo
En todo análisis del espacio el geógrafo se debe recurrir a la Historia e integrar el tiempo y la duración en sus razonamientos. Una de las mayores dificultades en este tema es que normalmente nos tropezamos con diferentes escalas de tiempo. El geógrafo se encuentra ante elementos heterogéneos, instalados en épocas diferentes y que evolucionan a ritmos distintos.
El geógrafo se basa en lo que se observa en el presente y únicamente recurre al pasado con vistas a la comprensión del paisaje, para entender la evolución. No obstante, en la actualidad existe una corriente geográfica que pretende conocer cómo era el paisaje en el pasado histórico. El geógrafo trata de encontrar en el paisaje las huellas del pasado que nos han llegado.
Aunque de una manera un tanto arbitraria se distinguen, normalmente, tres tipos de tiempo: el tiempo cíclico, donde un fenómeno se repite en un intervalo corto, el tiempo histórico y el tiempo geológico. En todo paisaje encontramos elementos que se explican en, al menos, uno de estos tipos de tiempo. Por ejemplo: en una ciudad tenemos los desplazamientos diarios, el clima, la evolución de la ciudad y su asentamiento geológico.
Una de las características de los movimientos de la naturaleza es que no se producen de forma paulatina sino repentina. Si los movimientos son masivos pueden llegar a ser catastróficos. Por ejemplo: una ladera es estable hasta que llega a un punto de ruptura y se desliza. Pero para que alcance ese punto de ruptura ha tenido que acumular una cierta tensión a lo largo del tiempo. Los períodos de inactividad son más largos que los de actividad. Claro que esto sólo es verdad si utilizamos una escala de tiempo humana. Si hablamos de tiempos geológicos que una ladera se desplace cien metros en media hora supone un movimiento mínimo, y la erosión de una montaña puede considerarse paulatina.
En Geografía es particularmente interesante el estudio de fenómenos cíclicos y su evolución. Sin embargo, debe quedar claro que, hasta en Geografía, la Historia en ningún caso es repetitiva.
La noción de ciclo nos lleva al intento de crear modelos teóricos aplicables a cualquier situación. A diferencia de en las Matemáticas, en las que los modelos se aplican rígidamente para obtener resultados iguales entre sí, en Geografía el modelo sólo sirve para hacer una primera aproximación un tanto superficial. Sin embargo, el modelo sí es útil para conocer, teóricamente, el comportamiento aislado de un elemento. Luego, podremos determinar en qué medida lo observado en la realidad se ajusta a lo esperado. Pero si el modelo sirve para estudiar un elemento, se muestra ineficaz para explicar el paisaje, puesto que los elementos que actúan son tantos que se hace virtualmente imposible.
El gran peligro del modelo es que se convierta en el fin de la Geografía y se trate de ajustar la realidad al modelo, por encima de la observación. Pero también, que la observación de las singularidades no nos permita generalizar y construir modelos de aproximación.
(Fuente: http://club.telepolis.com/geografo/general/analisis.htm, recopilación LFEH)

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